LA CONFUSIÓN ÉTICA QUE CAUSA EL ABUSO SEXUAL INFANTIL

No es extraño que el abuso sexual genere ideas, emociones y expectativas totalmente opuestas a las que tendría una persona con un desarrollo psicológico sano. Esto es así tanto para adultos como para niños, sin embargo, a causa de la normal inmadurez durante la infancia, estas falsas creencias afectan al niño a un nivel mucho más profundo. Pensemos por ejemplo en una mujer que tuvo una niñez feliz, pero que ahora de adulta se siente “sucia” a causa de una violación. Sin restarle importancia al dolor de esta mujer, la falsa creencia instalada en un niño que desde muy pequeño fue sometido a actos sexuales abusivos y que nunca tuvo la oportunidad de desarrollar una sana autoestima, es diametralmente distinta. En el primer caso la idea falsa coexiste con otra correcta que hace que la mujer en lo profundo sepa que sigue siendo una persona digna de respeto, pero en el segundo caso el niño no pudo o no completo este proceso esencial.

Permítaseme una analogía más haciendo uso de dos fenómenos astronómicos, el eclipse y el solsticio. Un eclipse solar es cuando la Luna tapa la luz del Sol y el solsticio es cuando el Sol tiene su mayor declinación con la Tierra y hace que se obtenga el día y la noche más largos del año dependiendo si estamos en el Norte o el Sur. En la adultez el abuso sexual es como un eclipse que impide que la luz del amor propio brille con todo su esplendor, pero en la niñez es como vivir la larga noche del solsticio. Para algunos niños su solsticio puede hacer que su noche tarde décadas o incluso toda la vida. La buena noticia es que la luz del Sol puede salir en ambos casos y hay personas que están dispuestas a acompañarnos durante ese tiempo de oscuridad.

Una de las múltiples consecuencias que puede generar el abuso sexual infantil (ASI) es la confusión ética entre lo bueno y lo malo. Básicamente consiste en llamar “bueno” a lo “malo”, romantizar la violencia, consentir la propia cosificación. La confusión no se da por falta de intelecto y para salir de esta no basta con una buena explicación, ya que más que una incomprensión es un estilo de vida. Los ambientes que propician la confusión ética son muchos, vamos a explorar algunos de ellos.

El abusador muchas veces es un familiar que durante varios años a cuidado y jugado con el menor de edad. En otros casos es un conocido de la familia que es bienvenido en el hogar con alegría. ¿Cómo un niño logrará entender lo malo que es el abuso sexual si el mismo individuo que lo somete a tales tratos es el mismo que lo lleva a pasear, le compra juguetes y lo invita a su restaurante favorito? Esa no es la imagen de maldad que tiene un niño en la mente. El abusador no se ríe de forma macabra, no es perseguido por súper héroes, ni es un demonio con cola y tridente. ¿Dónde está la maldad en lo cotidiano? El niño no puede comprender en qué momento la línea entre lo bueno y lo malo se desdibujó, tanto así que los mismos adultos a cargo de su cuidado nunca vieron la maldad acechando y calificaron de cariño a lo que poco a poco se fue convirtiendo en abuso sexual.

Muchos niños crecen en hogares donde los malos tratos y la violencia son el pan de cada día. El niño llega a creer que los manoseos que recibe son parte de una dinámica familiar normal y que lo lógico es que las personas la pasen mal. Quizás tiene hermanos mayores que pasaron por lo mismo y hay varios abusadores: padres, tíos y abuelos, hombres y mujeres.

Otros escenarios son todavía más violentos. Muchas familias viven al margen de la ley y su modo de subsistencia es a través del tráfico de drogas, la prostitución, el robo o el sicariato. En estas casas o comunidades rige la ley del más fuerte, por lo que no es extraño que el abuso sexual infantil se dé impunemente. La confusión ética que padece el niño que crece en un ambiente de este tipo puede ser muy severo. En un programa de apoyo para niñas y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial (ESC), Fernández et al. indicaban lo siguiente:

«Las actividades clandestinas para obtener dinero, son incorporadas por las niñas desde su primera infancia, de manera que no hay cuestionamientos acerca de si lo que haces es bueno o malo, más bien es visto como parte de lo cotidiano. Con el paso de los años, estas actividades de las personas cercanas adquieren una connotación positiva, de manera que quienes hacen grandes robos o venden droga, ganan el respeto de la comunidad, e incluso son admirados(as) por estas niñas y adolescentes»[1].

En línea con lo anterior, existen una dinámica que padecen sobre todo las niñas bajo prostitución infantil que debe ser comprendida. Cuando una chica entre un grupo se convierte en la pareja oficial de su proxeneta, ésta recibe un trato superior que le hace creer que todo está bien. Por ejemplo, ella gozará de mayores beneficios económicos, vivirá con más seguridad tendrá una relativa autoridad sobre sus compañeras. Sin embargo, ella solo está bajo una dominación mucho más profunda que la lleva a apreciar cualquier mejora en su vida como si fuera amor. Dicho con otras palabras, la ausencia de amor auténtico convierte a su proxeneta en un príncipe azul.

Una última realidad que exploraremos será cuando los niños se sienten obligados a esconder su abuso. Algunos creen que si callan evitará una ruptura familiar o salvará a sus seres queridos de penas económicas. Su silencio se debe a un mal entendimiento de lo que es el amor y consideran que deben sacrificarse por el bien de los demás. Esta idea de que anularse por otros es amor debe ser erradicada de la mente de toda víctima. Aquí los niños asumen un papel que no les corresponde y es la de ser los proveedores del hogar. Esta forma de pensar muchas veces está inducida por el propio abusador y en otras ocasiones los familiares sospechan del abuso, pero lo consienten al evitar preguntar la causa por la cual llega dinero a la casa.

Las dinámicas que hemos descrito afectan considerablemente el desarrollo de los niños. No por nada las víctimas de ASI de adultos también llegan a entrar en relaciones tóxicas, codependientes o violentas. En muchos casos, también pueden convertirse a su vez en pederastas y perpetuar los mismos esquemas destructivos. Se suscita la idea de que a los niños se les trata así, de que una forma de amor es el abuso y que el silencio o pretender que nada ha pasado es la forma normal de vivir en familia.



M. Sc. Mariano O. Murillo Cedeño
Sexólogo y docente
marianomurilloc@gmail.com


[1] Fernández, Retana, Fallas & Longhi: Almas de mariposa, 44.

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