COMPROMISO Y PLACER SEGÚN MASTERS & JOHNSON

Para los sexólogos Masters y Johnson «un compromiso es un voto para hacer algo» [1], y la confianza que se deposita en esta promesa es la base de todo vínculo social: «Si una persona no pudiera tener la capacidad de confiar en otra, el vínculo social no podría existir» [2]. Este compromiso puede responder a fines más prácticos como cuando hablamos de una empresa, o a fines emocionales como sería el caso de los matrimonios. En las uniones de pareja el compromiso emocional es algo que se da como parte de la evolución natural de los sentimientos, es decir, que las parejas sin proponérselo, poco a poco se van vinculando más estrechamente.

El compromiso emocional genera dos tipos de sentimientos, la “simpatía” y la responsabilidad. La simpatía es la sensación de querer cuidar al otro y corresponderle con cariño, mientras que la responsabilidad es ser consciente de mi papel para alcanzar esto. Masters & Jonson explican que ambos sentimientos se experimentan al alzar a un bebé entre los brazos, pero que en este caso, los sentimientos no son recíprocos, porque el pequeño al principio no es consciente de ellos.

La unión de la pareja vendrá a ser reforzada por el placer el cual sella como el cemento su unión. Según nuestros sexólogos «el placer recíproco pone un sello al compromiso emocional» [3]. Pero placer no es solo el disfrute físico o sensual, sino que es mucho más rico que eso. En algún punto de este trayecto, la pareja en el afán de preservar y aumentar el placer mutuo, harán un compromiso formal buscando la fidelidad y el matrimonio, con la plena convicción de que lo que encontraron en el otro, no lo hallarán en otras personas. Sobre la fidelidad escriben lo siguiente:

«Su expectativa es la fidelidad, porque quieren ser fieles. Además, se dan cuenta de que si alguno de ellos, o ambos, hubiera de buscar satisfacción sexual con otras parejas, el círculo del compromiso se habría roto. Cuanto más satisfacciones encuentran con otras personas, menos son las que necesitan uno de otro; y cuanto menos necesitan uno de otro, más fácil les resulta andar por caminos separados. Más allá de toda racionalización, los episodios extramaritales demostrarían dos cosas: primero, que cada uno era incapaz de satisfacer las necesidades físicas y emocionales más básicas del otro, y segundo, que cada uno no consideraba al otro como una fuente, única en su género, y por ende irreemplazable, de satisfacción y de placer» [4] .

En el matrimonio muchas parejas quedan absorbidas por sus nuevos compromisos, a los que Masters & Johnson denominan “obligaciones”, y poco a poco pueden ir descuidando su vínculo emocional. Ellos no señalan que el problema sea el matrimonio o las obligaciones en sí, sino el descuido de lo emocional para dedicarse solo a estas últimas.

Otro problema que platean es que la misma confianza que depositan en el otro para crear su vínculo y aumentar el placer mutuo, es la misma acción que los vuelve vulnerables. Si la confianza es lo que une a la pareja, el miedo a ser dañado es lo que destruye el placer sexual. «Y es que el principal obstáculo para el placer sexual es el miedo, en todas sus formas: el miedo a ser herido, física y emocionalmente; el miedo de equivocarse o de cometer un error y de ser castigado; el miedo de que lo consideren a uno feo, torpe, tonto, incompetente, indiferente, indeseable… una lista casi interminable que incluye todas las ideas negativas que alguna. vez hayan podido tener de sí mismos los seres humanos» [5]. El miedo a revelarse como seres sexuales dotados de deseos y necesidades afectivas, va distanciándolos emocionalmente. Ser un ser sexual «[…] significa más que la simple aceptación de la identidad masculina o femenina» [6], «ser una persona sexual significa ser sensible a los propios sentimientos sexuales, o sea, tener conciencia de los impulsos sexuales espontáneos que nacen en el propio cuerpo, aceptados como naturales, sanos y “buenos”, disfrutar de ellos si vergüenza ni culpa, y permitir que se sumen hasta terminar tensiones que requieren cierta forma de liberación» [7].

Partiendo de todas estas ideas, los sexólogos concluirán que un «compromiso total» es aquel en el que todo sentimiento de obligación o responsabilidad está entretejido con todo sentimiento sexual [8]. Para que una pareja subsista, es necesario atender a ambos compromisos y no descuidarlos.


Autor: Mariano O. Murillo Cedeño
marianomurilloc@gmail.com


[1] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 323.
[2] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 324.
[3] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 325.
[4] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 327.
[5] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 337.
[6] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 336.
[7] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 336.
[8] Masters & Johnson: El vínculo del placer, 343-344.

2 Comments on “COMPROMISO Y PLACER SEGÚN MASTERS & JOHNSON

  1. Miedo a ser rechazado por su orientación religiosa: se vuelve un impedimento para disfrutar del placer si vergüenza, – ni culpa-.
    ¿Conservar los valores religiosos se ven como obligaciones? Según la explicación, ¿también aplica en este caso? porque siendo así, se debería buscar un equilibrio para no descuidar el vínculo emocional.

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    • Cuando M & J hablan de obligaciones no están pensando en los valores, sino en las múltiples actividades que hacen que la pareja descuide el vínculo emocional. Sin embargo, los valores religiosos sí pueden interferir con la vida sexual si se siguen únicamente para cumplir y no porque la persona comparta dicho valor. Por ejemplo, la fidelidad es un valor religioso muy importante si nos enseña a apreciar a nuestra pareja y a no descuidar esa relación valiosa que tanto esfuerzo implica, pero si consiste en soportar agresión porque el vínculo no debe ser roto, entonces ya no se vive como un valor sino como una regla que hay seguir incluso contra mi propio bien. Analizar otros valores puede ser un poco más complejo, pero en términos generales los valores religiosos son positivos cuando se comprende el por qué se sigue. La fue puede volverse dañina cuando se convierte en simples reglas u obligaciones, de hecho ni siquiera sería «mi fe», porque es algo que no genera convicciones en mí, solo costumbres vacías. Creo firmemente que cualquier creyente, sea cristiano, judío, budista o de otra religión, puede vivir una plena sexualidad cuando esos valores los aprecia porque comparte esas creencias o porque cree que efectivamente son útiles para su vida y la sociedad, pero si no sabe por qué su fe enseña lo que enseña, no es de extrañarse que su vida sexual se vea afectada, y no por la fe que tiene, sino porque se acostumbró a actuar de cierta forma para mantener una apariencia. El mismo fenómeno se puede encontrar fuera de las religiones, muchas personas hacen o dejan de hacer ciertas cosas porque las personas a su alrededor le dicen que es lo correcto o cómo debe vivir un hombre o una mujer. Tenemos una sociedad que glorifica los celos porque eso significa que «piensan en mí», mujeres que aceptan tener practicas sexuales que no desean porque es «normal que un hombre quiera hacer eso conmigo», y varones que niegan sus sentimientos constantemente porque les dicen que si tratan bien a una mujer ella le perderá el interés. Las recetas en la vida sexual son un gran problema y muchas personas se sienten obligadas a hacer cosas por cumplir con esos valores, sean sociales o sean religiosos.

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