Todos los sentidos intervienen en las relaciones sexuales y el sentido de la audición no es la excepción. A través de las palabras y de los sonidos no solo es posible provocar excitación sexual, sino propiciar un ambiente adecuado y una intimidad más personalizada.
Las palabras revisten una gran variedad de formas. Las palabras permiten guiar a la pareja, ya que su mensaje es concreto: “Más rápido”, “menos fuerte”, “que rico”, “sigue así”, “para”, “me duele”, “bésame”, entre otros. Usar halagos lujuriosos como “eres un macho”, “que rica vagina” o “sos un experto(a)”, son útiles para mantener excitada a la pareja. A muchos les gusta usar un lenguaje vulgar dentro del encuentro erótico, por lo que palabras como “puta” o “verga” no las consideran ofensivas [1]. El lenguaje técnico no es estimulante durante las relaciones sexuales y en exceso las volverían artificiales y poco cálidas.
Pero no todo es mera sensualidad. Las expresiones de afecto no deben faltar. Para quienes disfrutan de hacer el amor un “te amo” nunca sobra y los apodos tiernos como “mi vida” o “eres lo que siempre soñé”, conectan a los amantes más que mil orgasmos. Estas expresiones deben estar presentes antes, durante y después de las relaciones sexuales. Usarlas únicamente durante el encuentro erótico podrían indisponer a la pareja al punto de considerarlas falsas. No se trata de decirlas a cada instante, sino recordar que la vida cotidiana es una extensión de lo que acontece en la cama. Otras expresiones relativas a lo divino como invocar el nombre de Dios o decir que se está en el cielo no es malo.
Los sonidos también contienen mucho potencial. Los gemidos y gritos son uno de los elementos más estimulantes en las relaciones sexuales. Lastimosamente, son uno de los aspectos que más intentamos restringir, ya sea porque hay alguien en la casa o porque los vecinos podrían escuchar. Moderamos la voz para que no nos quiten la intimidad e irónicamente eso es lo perdemos al hacerlo. Es por ello que ocasionalmente hay que buscar espacios más privados para poder emanar sin temor alguno esa exhalación pasional. Si no viviéramos entre tanto concreto las relaciones sexuales seguramente serían más ruidosas y estimulantes. Otro extremo peligroso sería la sobredramatización del gemido. El encuentro sexual no es un concurso de gritos tal y como lo muestra la pornografía. Encontrar el equilibrio entre silencio total y dramatización es algo que los amantes tienen que descubrir por sí solos.
A veces un grito puede ser confuso y no saber si se trata de placer o de dolor por un mal movimiento [2]. La pasión y el ritmo continuo del encuentro sexual pueden hacer que esto pase desapercibido. Solamente habrá que detenerse si el asunto lo amerita y en la mayoría de los casos se puede continuar. La música también juega un papel importante en la ambientación, pudiendo usarse para resaltar lo romántico o lo sensual, o incluso como mera distracción para precisamente hacer la bulla que sea necesaria.
Comprender estos elementos nos permiten encontrar en la audición un medio para personalizar las relaciones sexuales. Si bien es cierto que todos los sentidos pueden ser personalizados, la audición es quizás el que más puede contribuir. Gastamos mucho esfuerzo tomando notas de las revistas y la pornografía, así como comprando lencería pensando que todo está en el tacto y en la vista, descuidado que el valor de la audición reside más en lo interno que lo externo. Solo se trata de aprender a vibrar con el sonido de nuestra voz.
Autor: Mariano O. Murillo Cedeño
marianomurilloc@gmail.com
[1] Una cosa es decir que lo vulgar no es ofensivo en el contexto sexual y otra que lo ofensivo resulta excitante. La diferencia radica en la intensión, tema que, si bien no es del todo ajeno a la Sexología, si es más propio del análisis moral que aquí no vamos a desarrollar.
[2] La pasión o el ritmo continuo del encuentro sexual pueden hacer que esto pase desapercibido o se decida ignorarlo por no tratarse de algos significativo.